Odisea hacia las prácticas: Cuando las empresas buscan ingenieros «de verdad»

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Junio, fin del segundo cuatrimestre de tercero, a escasos 3 meses de empezar el último curso de carrera. El último curso implica pensar en trabajo fin de grado, convalidar todos los créditos RAC, pensar en la graduación, fotos para la orla… Y en hacer las prácticas.

En esta ocasión me gustaría hablar sobre mi camino hasta conseguir una beca de prácticas, camino con baches y, sobre todo, altibajos. A mediados de junio, ya de vacaciones, me senté una mañana a actualizar mi currículum, a indagar en la plataforma de prácticas de la universidad y curiosear por los diferentes portales de empleo. He de confesar que no era nueva en esto, el verano anterior había estado haciendo prácticas en una empresa gracias a uno de los hackathons en los que había participado. Pero esta vez iba a ser distinto, quería ser exigente y no coger la primera beca en la que me pagaran algo y quitarme de en medio la asignatura de prácticas. Quería un proyecto que me aportara, no solo líneas al currículum, sino que me acercara de verdad al perfil tecnológico que persigo. Y así llega el primer tip del artículo: “Seamos exigentes con nosotros mismos y con nuestros pasos. Las prácticas son una fantástica oportunidad para aterrizar en el mundo profesional pero también lo son para mostrar a ese mundo profesional todo lo que podemos aportar”.

Como mencionaba al inicio, la andadura hacia conseguir mis prácticas pasó por altibajos: en un principio me encontré muy motivada, con grandes expectativas y con la idea de que cualquier empresa apostaría por un perfil STEM como el nuestro, al día de las nuevas tecnologías, las más novedosas metodologías ágiles y con ganas de aprender y trabajar. Pero al mes, esas ideas fantásticas empezaban a oscurecerse en mi cabeza. Algo que me hubiera gustado que me dijeran en ese momento es: “Tranquila, estamos en verano, no solo tú estás de vacaciones. Los procesos de selección empiezan a moverse en su gran mayoría en septiembre”. Y así fue, en julio y la primera mitad de agosto, recibí apenas tres o cuatro llamadas de las (sin exagerar) 15 becas a las que había aplicado. Pero esta tónica cambiaría radicalmente al final del verano.

En una de esas llamadas llegó el golpe de realidad que me animó a escribir este post, me encontraba fuera de Madrid y recibí una llamada de una gran empresa tecnológica. La llamada era en relación con un programa de prácticas muy atractivo que ofrecían para ingenieros sobre reingeniería de procesos. Cuando di con ella pensé: perfecto, justo este año (en tercero) hemos estado trabajando en eso, en el análisis y mejora de procesos de servicios. El choque contra el suelo ocurrió cuando el técnico de recursos humanos me dijo que los managers del proyecto buscaban INGENIEROS, ingenieros de verdad… En ese momento la sensación que me invadió fue una bomba de rabia con toques de decepción. Me vine abajo. Le trate de explicar que precisamente nosotros, los ingenieros “no tradicionales” de servicios hacemos eso: diseñar, analizar, mejorar, reformular los servicios; que precisamente ese año había tenido asignaturas con ese mismo nombre y que estaba preparada. En su intento de dejar claro que para el puesto era para un ingeniero convencional me empezó a hacer preguntas muy técnicas sobre herramientas para la gestión de proyectos, CRMs, Scrum, HTML, conceptos muy concretos de arquitecturas de computadores, etc. Y. ¿sabéis qué? Le supe contestar absolutamente a todo y, de hecho, me vino a decir que no es frecuente encontrarse los dos perfiles combinados a ese nivel, tanto la faceta de ingeniería como la de negocio Tuve una buena dosis de orgullo en ese preciso momento.

Días después, aquel profesional me volvió a llamar y me dijo que, por mucho que lo había intentado, sus jefes querían ingenieros técnicos, es decir, de las ingenierías tradicionales. Se estaban limitando a tener en cuenta solo las carreras para las que habían definido las prácticas: ingenieros informáticos, telecos o de sistemas. Cuando, por lo que se ofertaba, el puesto estaba diseñado precisamente para un ingeniero de servicios. Bajón. Me tomé un par de semanas para continuar buscando, perfeccionando mi currículum y con alguna entrevista telefónica. Pronto llegó agosto y volví a solicitar varias becas más, con algo de miedo y con menos ilusión que al principio. Pero se acercaba el final del verano y sumado a qué en esta segunda oleada de echar currículums había filtrado aún más, empecé a ver la luz. Llegaron las llamadas, las entrevistas, el aprender a valorar los proyectos que iban surgiendo y, ante todo, a plantearme qué le podía ofrecer yo como ingeniera de servicios a las compañías. Qué valor estaba ofreciendo, por qué me tenían que escoger a mi y no a un ingeniero de los de siempre. Así empecé a afrontar los procesos de selección con otra actitud mucho más enriquecedora.

Ya lo decía líneas arriba, fue algo que aprendí llegado este punto: el alumno es el que decide las prácticas que va a hacer, si realmente enriquecen su formación y si el proyecto que le están ofreciendo le motiva. Pero, no debemos olvidar que una beca de prácticas debe ser un acuerdo win to win: la empresa nos está ofreciendo formación en tiempo real, es una oportunidad para afrontar los retos que supone el mundo profesional y de los que estamos bastante protegidos mientras permanecemos estudiando la carrera desde la silla de la universidad. Y del mismo modo, nosotros tenemos nuestra responsabilidad, ofrecer nuestra visión fresca y completamente descontaminada del día a día de los negocios, nuestro lienzo en blanco dispuesto a ser garabateado. En nuestro caso, los estudiantes de ingeniería de servicios, además, traemos con nosotros esa capacidad interdisciplinar que tanto se echa en falta en los ingenieros puros, nuestra formación T-shape nos da la oportunidad de potenciar ese win to win.

Con todo esto y para concluir mi aportación, me gustaría tomarme la licencia de dejar claro algo (último consejo), sobre todo, para los que se encuentran casi al final de la carrera: permitiros fallar, daros un respiro y contemplad el NO como una opción, si no os escogen para un proyecto es porque ese proyecto no era para vosotros ni vosotros erais para él, hay más peces en el mar. Y, ante todo, no desistáis en vuestros objetivos, todo llega y cualquiera de nosotros, los “no ingenieros de verdad” pero sí de servicios tenemos talento y formación suficiente para conseguirlos.

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